Las encuestas preelectorales no fallan, fallan quienes las hacen
Por: Dionicio Hernández Leonardo
En materia electoral, erróneamente se cree que con una encuesta se puede predecir el futuro. Quienes creen esto o piensen de este modo están equivocados, ya que los resultados de una encuesta preelectoral solo tienen vigencia para el período que se levantaron los datos. No es función ni objetivo de una encuesta preelectoral predecir el futuro, sino el presente del día de la recolección de los datos. Los cambios que se producen en la intención de voto de los votantes en el período comprendido entre la recolección de los datos y las elecciones, incluyendo la abstención, no son medidos por las encuestas ni se pueden proyectar. Claro está, siempre se espera que los resultados de las encuestas están muy próximos a los resultados de las elecciones.
A raíz de lo que ocurrió el domingo 16 de octubre en las elecciones internas del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), ganadas ampliamente por Abel Martínez (63%), quedando Francisco Domínguez Brito en segundo lugar (20%) y Margarita Cedeño en un lejano tercer lugar (15%), nueva vez, se ha abierto el debate sobre las encuestas ya que, tanto las que se publicaron como las que circularon de manera restringida, planteaban un resultado final diferente, con Abel y Margarita en primer y segundo lugar, alternados en más de una encuesta, y Domínguez Brito en tercer lugar en todas. Un caso muy parecido ocurrió en las elecciones presidenciales de Brasil del pasado 2 de octubre, donde la mayoría de las encuestas le daban una ventaja a Luiz Inácio Lula da Silva de más de 10 puntos porcentuales sobre Jair Bolsonaro; los resultados inesperados, por supuesto, marcaron una diferencia de 5.2 puntos porcentuales y una segunda vuelta, también inesperada.
Sobre este controversial tema, es preciso señalar que el muestreo estadístico es un área muy delicada dentro de la ciencia estadística; su uso requiere de profesionales expertos y de buenas prácticas en muestreo estadístico, pero en ocasiones se abusa del mismo, y es común ver a investigadores improvisados, que no saben nada de muestreo estadístico, que se creen expertos y se dedican a realizar encuestas sin ningún criterio metodológico. Otros van más lejos, creen que el muestreo es algo tan elemental que no requiere mucho estudio, que con abrir un micrófono en una emisora de radio o colgar un cuestionario en un portal de internet o enviarlo por redes sociales o salir a la calle a realizar preguntas a personas seleccionadas sin ningún criterio, pueden hacer inferencias válidas; grave error.
Los resultados que arroja una encuesta son estimaciones de los valores verdaderos de la población. Dichas estimaciones, en gran medida, están sujetas al error de muestreo, a errores ajenos al muestreo y a un factor probabilístico denominado nivel de confianza de los estimadores que se establezcan. El error de muestreo se interpreta como la discrepancia entre el valor de la estimación (estadístico) y el valor poblacional (parámetro). Por su parte, los errores ajenos al muestreo evidencian la fragilidad de la investigación en el trabajo de campo. Además, aquí entran en juego otros factores de gran importancia, que pueden estar presentes, como son: 1) el sesgo de selección, que ocurre cuando a una parte de la población objetivo no está contemplada en la población definida; y 2) el sesgo de medición, que ocurre cuando el instrumento de recolección de los datos tiene una tendencia a producir diferencias hacia alguna dirección en el valor real. En lo referente al nivel de confianza, este representa la probabilidad de que la estimación del valor real de la población sea buena.
En el marco de las buenas prácticas en muestreo estadístico, el diseño de una encuesta para un estudio estadístico incluye procesos esenciales, que inician con la correcta definición y delimitación de la población objeto de estudio, la elección de la técnica de muestreo más apropiada y el proceso de selección de los elementos de la muestra que representarán a la población, entre otros no menos importantes. Cuando las cosas no se hacen bien, se abre la puerta del fracaso.
Visto lo anterior, las encuestas preelectorales no fallan, fallan quienes las hacen.
Nota: El autor de este artículo es profesor de muestreo estadístico y diseño de encuestas en la UASD desde 1988.